miércoles, 23 de mayo de 2012

El adios de Gabriela, mi parto.

Mi hija resulto ser mas valiente que yo.

Al día siguiente cumplía la semana 26 de gestación, el miedo y la pena de tener que interrumpir el embarazo se había apoderado de mi esos días...

Dos días antes de nuestra consulta en Barcelona, donde pensábamos aclarar los riesgos de seguir adelante con la gestación, comprobé que la niña tenía un ritmo cardiaco distinto al habitual, no soy médico, simplemente puedo decir que iba demasiado rápido.

La noche antes de la consulta subí a preparar todo para el viaje, también la ropa de mi niño, que debía quedarse con la abuela, iba a ducharme...decidí primero escuchar de nuevo su corazón, tuve el fuerte presentimiento de que ya no lo escucharía, llevaba toda la tarde sintiéndome extraña, mas sola, sentía como Gabriela me abandonaba, un vació difícil de explicar.
Estuve algo mas de diez minutos intentando encontrar ese sonido...y rompí a llorar, Gabriela se había ido, había dejado de luchar, algo dentro de mi me dijo ¨era lo que querías, el final que esperabas¨ acaso alguien deseaba un final así? supongo que las opciones eran todas tremendamente crueles e injustas.

Nos fuimos al hospital para estar seguros, quisieron dejarme ingresada y empezar la inducción de parto enseguida, decidí irme a casa, como aquella otra noche horrible en la que descubrimos la terrible noticia, esta vez mas serena, volvía a necesitar pasar unas horas  con mi hijo, prepararme en todos los sentidos para la despedida física de mi pequeña.
Fue una noche que tampoco olvidare nunca, sabía que el cuerpecito de mi hija llacia dentro de mi sin vida, mi marido estaba destrozado, no podía dejar de llorar, Marco dormia, yo solamente acababa de preparar mi alma para lo que estaba a punto de vivir, pedí fuerzas y se me concedieron, se que no estaba sola.

Acudimos por la mañana, temprano, enseguida nos explicaron de que se trataba la inducción, nos avisaron de que seria un proceso largo, doloroso...hasta la noche no sucedería nada, quizás tendríamos que parar para descansar y empezar al día siguiente, irían poniéndome tandas de prostaglandinas para ir dilatando, mas o menos cada 3 horas. Me ingresaron en una habitación, mi marido y yo estábamos solos en ella, tuvieron la gran idea de ponerme en el pasillo de obstetricia, rodeada de recién paridas con sus bebes recién nacidos, sin parar de llorar...de vez en cuando se oía el registro de sus corazones, de esos que nacerían y seria abrazados por sus mamas, lo cierto es que...nada me afectaba ya, sabia a lo que iba, lo que podía esperar, lo que iba a suceder, estaba preparada para ello, solo pensaba en mi pequeña, su alma estaba presente, llena de ternura me daba fuerza.

Me puse la primera tanda de pastillas y me senté tranquila a leer un poco, mi marido tenia que hacer algunas gestiones, también salir a comer algo, lo anime a que se fuese entonces, confiaba en lo que me habían dicho, hasta la tarde noche no empezaría a notar nada, lo animé a que se fuese, tengo la experiencia del parto de mi hijo, fue costoso, largo, agotador, así que decidí meterme en la cama a descansar mientras pudiera para poder afrontar lo que vendría, no tenia ninguna molestia, todo estaba en calma todavía.

Vino una enfermera a ponerme una vía cerrada por si mas tarde necesitaba algún analgésico, al volverme hacia ella en la cama sentí un dolor brutal en la zona lumbar, no eran contracciones, solo un dolor agudo, fuerte, que no cesaba, la enfermera se fue y volvió con un analgésico, enseguida ese dolor se colocó también en el vientre.
Aun no era consiente pero el parto había comenzado, no habia hospital, no existia nada mas, solo un cuerpo abríendose y dos almas.
Nada mas irse volví a adoptar la postura en la que tan a gusto me estaba sintiendo, de lado, encojida, y el dolor desapareció, así que no le di importancia. de repente unos escalofríos exagerados me recorrían, no podía dejar de temblar, casi convulsionar, como pude mandé un mensaje a mi marido para que volviese enseguida, no tardo, le pedí que me diese calor, eso me alivio, pero cada pocos minutos esos escalofríos brutales volvían, nunca había sentido nada tan desagradable, la enfermera volvió a limpiar algo de sangre que había quedado por la vía, me dijo que era por las pastillas y se fue...sin mas.

Empecé a sentir contracciones, eran bastante seguidas e intensas, pero las soportaba bien, mas pensando en las horas que me quedaban por delante.
Entre unas y otras note como si una botella se descorchase dentro de mi y empecé a sangrar de forma muy abundante, le pedí a mi marido que me ayudase a llegar al baño, entre empapadores intentaba sostener al máximo, pero la hemorragia era muy abundante, fui dejando un reguero de sangre hasta el baño, allí empezaron a salir coagulos, Mi marido se asusto mucho y llamo a las enfermeras. Las auxiliares vinieron a cambiar las sabanas y una enfermera se asomó para decirme que era una buena señal, el proceso había empezado.
No se cuanto tardaron en hacer la cama, no aguantaba de pie, al contrario que en el parto de Marco, necesitaba acostarme, evadirme del mundo bajo las sabanas, acurrucada...
Miraba de reojo el reloj, las contracciones eran justo cada un minuto, una detrás de otra, cuando el segundero llegaba a las 6 la contracción empezaba, subía de intensidad y desaparecía justo cuando empezaba la siguiente.
 Estaba tranquila, no tenia miedo, tampoco sentía tristeza, solo paz, no se si esa paz provenía de las hormonas que mi cuerpo segregaba para soportar el parto, lo cierto es que esa atmósfera perduró durante toda la estancia en el hospital, sentía a Gabriela mas cerca que nunca, pero ahora no era yo quien la cuidaba a ella, era la pequeña quien volcaba toda su fuerza en mi, en mi cuerpo, era ella quien me guió durante todo el proceso, quien acariciaba mi frente.
Vino el ginecólogo, eran las 14:00h, me hizo un tacto, ¨ voy a tener que venir a mirarte a menudo, vas muy rápido¨, se fue, cerré los ojos, curiosamente sentí orgullo por lo bien que estaba ¨trabajando¨ mi cuerpo, empezaba a volver a confiar en el.
Las contracciones se habían parado de golpe con la visita del medico, no sentía ningún dolor, solo sueño, me dormí...era una sensación dulce, sentía a mi hija a mi lado, observándome, animándome, besándome entre sueños.
De vez en cuando abría los ojos y miraba a mi marido, recuerdo que le dije que todo se había parado, que ahora iría para largo, había pasado una hora, eran las 15:00h, sentí que volvía a sangrar de forma muy abundante, levante las sabanas, mi marido corrió a limpiarme, le pedí que me colocase compresas limpias...las contracciones habían vuelto, eran intensas, seguidas, abrí las piernas,tenía ganas de empujar, le dije a mi marido que iba a sangrar de nuevo,no estaba segura de lo que estaba pasando, una contracción brutal empujo fuerte mientras yo miraba expectante como mi cuerpo hacia el trabajo solo, note como el cuerpo de mi hija salía,si dolor resbalo hasta salir de mi cuerpo, las contracciones cesaron, sentía algo todavía dentro de mi vagina pero era incapaz de empujar, estaba paralizada, había mucha sangre, no podía ver nada con claridad, rápido vinieron las enfermeras y llamaron al médico, todo se transformo en pesadilla entonces las contracciones habían vuelto, me dijeron que lo había expulsado, me llevaban rápidamente al quirófano para alumbrar la placenta y hacer un legrado si era necesario, las contracciones volvieron con fuerza, pedí, suplique que me dejasen en la habitación a espera de que saliese la placenta, no me hicieron ningún caso.
Una celadora vino a por mi yse dispuso a subir la cama sin ninguna delicadeza, yo sabia que mi hija yacía entre mis piernas bajo las sabanas, quería protegerla, me sentí tremendamente aberrada por los pasillos, tapada con una sabana, con las piernas abiertas, entre contracciones, con el cuerpecito de mi pobre hija allí...como si no importase, abrieron las puertas de paritorios, en el fondo a las puertas del quirófano los médicos y demás personal me esperaban entre risas, risas que no cesaron hasta que no estuve allí mismo y me volví a mirarlos con ganas de mandarlos a la mierda.
Volvía a suplicar que no me sacaran de aquella cama, fue inútil, ¨allí con todo lleno de sangre era una marranada¨ me subieron a la mesa y sentí como me arrebataban a mi pequeña, que todavía la sentía unida a mi hasta ese momento, se la llevaron envuelta en un empapador, y se me rompió el alma...
Empuje, y salio la placenta, se había desprendido parcialmente, intentaron de forma manual extraer lo que quedaba, les pedía que dejasen a mi cuerpo hacer, que todavía tenia contracciones, querían acabar, desconozco si había o no motivo real para ello, ahora ya no importa.
No se si me dolían mas sus manos y su instrumental medico ahí, urgandome, o la rabia de verme allí puesta, con las piernas atadas, rodeada de gente,quería que dejasen de tocarme, que me dejasen en paz, estaba enfadada con cada uno de ellos...
Había que hacer legrado, la anestesista me puso epidural, había comido por lo que no podían anestesiar me de otra forma, ya sin dolor físico terminaron la faena.
Varias veces durante todo el proceso pedí al ginecólogo que me enseñase el cuerpo, el no se negó, solo me pedía que esperase un poco, que lo prepararía para que pudiese verlo bien, me lleno de alivio, todo lo que estaba sucediendo era lo que ya sabia que iba a suceder, solo necesita ver a mi hija, estuviese como estuviese, tocarla y despedirme de ella para sentirme bien.
cuando todo termino el medico se acerco a mi, me dije exactamente estas palabras ¨has pedido verlo, yo te lo enseño, pero quiero explicarte primero como esta, no voy a repetir aquí la terrible descripción que recibí, aquellas palabras cayeron en mi como cuchillos de hielo, respondí que no, que era mejor dejarlo así, con dudas, muchas dudas, no deje de mirar hacia donde estaba el pequeño cuerpo, deseaba verlo, pero a la vez sa´bia que no estaba preparada para aquello, eran las 16:00h.

Me recupere de la anestesia en otra sala y poco despues me llevaron de nuevo a mi habitación, encontré a mi marido por los pasillos, esperándome con los ojos empañados.
Todo había terminado, me sentía en paz.
Seguí dudando durante el resto del día y parte del siguiente, hasta mi alta medica, si ver el cuerpo de mi niña, así se lo hice saber a otro medico que vino a ver como me encontraba, me agarro el hombro y me dijo ¨hijica...ya has pasado demasiado, no lo hagas¨ aun así le pedí que me describiese como estaba, no era como verla, pero al menos podía hacerme una idea, tenia también la esperanza de que no fuese tan grave como lo que había relatado el medico anterior, la descripción fue las misma, seguimos charlando un rato del porque de su estado, me explico todo con detalle, en ese momento supe que no tenia opción, las cosas habían sido así, me convencí a mi misma que era solo un cuerpo, un cuerpo que había sufrido demasiado, ya no importaba, mi hija estaba ahí presente, inundaba la habitación, la hacia mas cálida, me llenaba a mi, por unos momentos fuimos una.

Abandonamos el hospital al día siguiente, solo sentía un incomodo dolor de espalda, nada mas.

Necesitaba ver a mi hijo, tocarlo, comprobar como la otra vez que el si era real...me sentía bien, todavía el vació no se había instaurado en mi, no era consciente aun de lo que había sucedido, mi hija todavía nos acompañaba, todavía la sentía a nuestro lado y lo que celebraba, como cualquier otra manera la compañía de mi hija.



Gabriela partio de mi vientre el 3 de abril de 2012 para vivir en mi corazón por siempre.

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